Quinta Lectura: Jesús Resucitó para Nuestra Justificación – Parte I

En el segundo día del retiro de Pascua, la quinta lectura fue dirigida por la pastora Sandra bajo el tema «Jesús Resucitó para Nuestra Justificación», basado en Romanos 4:25. Con un mensaje claro y contundente, nos invitó a volver a la esencia del Evangelio y a recordar por qué creemos.

Basándose también en 1 Pedro 2:24, la pastora Sandra nos recordó cómo el Señor dio su vida por los pecadores e hizo expiación por nosotros. Mediante su sacrificio, morimos al pecado y volvimos a la vida. Quienes han resucitado con Cristo también han sido justificados. La resurrección del Señor no es solo una demostración de poder, sino el sello divino que garantiza nuestra justificación. Como afirma Pablo, si Cristo no resucitó, entonces nuestra esperanza de vida eterna es vana.

Romanos presenta la doctrina de la salvación con notable claridad: Jesús fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. ¿Qué significa esto para nosotros hoy? Significa que nuestra esperanza no se basa en ideas abstractas ni emociones pasajeras, sino en un acontecimiento histórico que cambió el curso de la eternidad: Jesús venció a la muerte.

Refiriéndose a 1 Tesalonicenses 4:16-17, la pastora Sandra compartió que, después de la resurrección de Jesús, tanto los muertos como los vivos —de hecho, toda la creación— resucitarán cuando llegue el cumplimiento de los tiempos. Si alguien se pregunta si los muertos resucitarán, la respuesta es sí. La comprensión cristiana de la historia es que todos, incluidos los pecadores, resucitarán y comparecerán ante el juicio final. Quienes estén vivos en ese momento serán transformados; sus cuerpos cambiarán en un abrir y cerrar de ojos. Esto puede ser difícil de comprender, pero el Dios de justicia ejecutará su justo juicio.

Para quienes sienten que viven en condiciones injustas, esta verdad ofrece un profundo aliento. El tiempo del gran juicio llegará. De hecho, tanto los muertos como los vivos serán llevados ante el trono de Dios y se decidirá su futuro eterno.

La pastora Sandra enfatizó que la verdadera fe no es ciega. No es un salto a lo desconocido, sino una confianza plena en Aquel que cumplió todo lo que prometió. Jesús murió, resucitó, está vivo y regresará. Estas cuatro verdades fundamentales no solo deben creerse, sino proclamarse con valentía. Esta es la esencia del evangelio: no una filosofía ni una ideología, sino una persona viva y un evento histórico que lo cambió todo.

También nos llevó a reflexionar sobre Juan 15:10, donde Jesús enseña que si guardamos sus mandamientos, permanecemos en él y nos hacemos uno con él. Permanecer en Cristo es vivir en unidad con él mediante la obediencia y el amor.

Este mensaje llegó al corazón: ¿Cómo podemos creer verdades tan extraordinarias? Solo mediante la fe: una fe que abraza lo invisible con la mirada puesta en lo eterno. Una fe que no cede a la duda porque está anclada en la verdad.

Ahora más que nunca, debemos volver a los cimientos. Recordar, creer y proclamar que Jesús murió, resucitó, está vivo y volverá. Que la fe que profesamos sea más que palabras; debe ser una declaración viva de un evangelio eterno.