Retiro de Pascua: Jesús se dio a Conocer al Partir el Pan

El primer día del Retiro de Pascua, los participantes continuaron profundizando en el mensaje de la resurrección con la tercera lectura del día: la historia de los discípulos camino a Emaús (Lucas 24:13-35). A través de este mensaje, dirigido por la pastora Luisa Rivas, meditamos sobre cómo la presencia del Señor resucitado puede estar cerca y obrar activamente en nuestras vidas, incluso cuando nuestros ojos, nublados por el dolor, la duda o el desánimo, no lo reconocen.

Los discípulos caminaron hacia Emaús con el corazón abrumado por la tristeza. Aunque ya habían escuchado el testimonio de las mujeres que proclamaban la resurrección, su desesperación los llevó a abandonar Jerusalén. Esta escena nos interpela: ¿con qué frecuencia, aun conociendo la Palabra y escuchando los testimonios de otros, nos decepcionamos simplemente porque no podemos ver a Jesús con claridad?

Pero el Señor se acercó a ellos, caminó a su lado, escuchó su dolor y finalmente se reveló al partir el pan. Fue entonces cuando sus ojos se abrieron. Esta es una poderosa invitación para nosotros hoy: no abandonemos Jerusalén, no abandonemos la fe, sino esperemos que Jesús mismo nos abra los ojos para que podamos reconocer su presencia viva.

A través de la enseñanza de la pastora Luisa, la congregación se animó a recibir la Palabra con un corazón abierto y a reflexionar sobre nuestras propias reacciones ante la frustración. Muchas veces, como los discípulos, no entendemos lo que Dios está haciendo y nos sentimos tentados a rendirnos. Pero Jesús camina con nosotros, incluso en medio de la confusión.

La reflexión también se basó en 1 Corintios 15, donde Pablo declara con valentía la centralidad de la resurrección para la fe cristiana: «Si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana» ​​(v. 17). Pero Cristo sí resucitó de entre los muertos, primicia de los que durmieron, y su victoria sobre la muerte es completa. Al igual que los discípulos de Emaús, a menudo conocemos las Escrituras, pero no las creemos verdaderamente. Por eso Jesús los llama «insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho».

Creer en la resurrección no se trata solo de aceptar un acontecimiento histórico, sino de vivir una fe que transforma nuestra vida cotidiana, porque Él está vivo, camina con nosotros y se revela en su Palabra, en la comunión y en la fracción del pan.

El mensaje central de este día fue claro: la resurrección no solo cambia nuestra eternidad, sino que cambia nuestra forma de ver, nuestra esperanza y nuestra vida hoy. Como declara Pablo en 1 Corintios 15:55: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?». Jesús ha vencido.